Descripción
En esta nueva edición de Soledad compartida, con prólogo del doctor Pablo Latapí Sarre, se reflexiona sobre la importancia del género epistolar como una fuente útil para la historia de la educación, que nos permite acercarnos a diversos aspectos de la vida cotidiana, en este caso a la situación social y económica por la que atravesaban las maestras y los maestros que vivieron entre 1908 y 1910. Por este medio de comunicación, el magisterio compartía con Porfirio Díaz su soledad y así el presidente conocía cuáles eran sus necesidades, sueños e incluso sus penas y alegrías.
Soledad compartida surgió del instinto de historiadora de Luz Elena, quien ya en 1991 había decidido dar preferencia en sus investigaciones al tema del magisterio en México. Hurgando en las cajas de la Colección Porfirio Díaz descubrió que entre las 47 000 cartas que recibió don Porfirio en dos años y medio (de 1908 a julio de 1910), provenientes de “soldados, funcionarios, viudas, periodistas, hacendados, desempleados, gobernadores, presos”, etcétera, figuraban muchas de maestras y maestros. Eran testimonios de “gente común”, de rostros desconocidos, que se dirigían al presidente Díaz con diversos propósitos. Como historiadora valoró su hallazgo: dio rostro y voz a esas cartas, supo decantar de ellas lo que encerraban tanto para conocer mejor la situación de los maestros en esos años como para reconstruir las condiciones económicas, sociales y políticas que prevalecían en México en vísperas de la Revolución. Don Porfirio contestaba todas sus cartas. Independientemente de la eficacia de su respuesta, la carta archivada quedó preservada como huella del tiempo, especie de fósil preñado de vivencias humanas y de datos sociales.
De esta manera, a partir de la cultura escrita de la época, Luz Elena enriqueció nuestra historia social y particularmente la historia de la educación y de los maestros del país. Soledad compartida pronto se convirtió en un clásico de la historia del magisterio en el ocaso del Porfiriato.
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